lunes, 4 de mayo de 2020

Lentes II

-¿Sabes?, creí que esta vez funcionaría, creí que podría verlo todo de manera positiva, en vez de estar pensando, "a ver, cuándo vas a decepcionarme", sería algo como: sorpréndeme, calla mis palabras, cumple tus promesas.
-Jane, no todo es cómo tú crees. Has pasado demasiado tiempo viviendo y creyendo que nada funcionaría, que nada arreglaría tu corazón, no puedes por lo menos disfrutarlo.

"Pero es que no todos somos cómo tú", pensé, algunos de nosotros hemos pasado por tanta mierda que ya llevamos el olor grabado.

Un buen día el chico de los lentes rosas me contó cómo había sido diagnosticado: Mi padre es oftalmólogo, tú sabes cómo es eso, diario vienen un montón de personas a verlo, así que casi nunca tenía tiempo para estar conmigo. Mamá murió cuando yo apenas tenía 3 años, entonces mi padre contrató a Sofí para que me cuidara. La quiero como una madre, ¿sabes?, ella ha estado conmigo en todos los momentos importantes. Ella fue la primera que se dio cuenta, yo siempre fue un pequeño llorón, o al menos así me llamaban en la escuela, a la menor provocación y ahí me tenías, sentado en un rincón llorando sin poder parar. Nunca me sentí especialmente diferente a los demás, solo creía que yo podía sentir con más intensidad, y Sofí me decía que ese era mi súper poder. "No todos son tan especiales como tú", me decía siempre. Pero a papá no le agradaba nada el verme llorar, todas las noches cenábamos y yo podía sentir cómo estaba avergonzado de mí, de los reportes que le mandaban de la escuela en donde siempre decían que había llorado otra vez. Nuestro caso es diferente porque mientras tu corazón se la pasaba enamorándose de los chicos, el mío no podía dejar de ver el lado sentimental de las cosas. Pero cuando llegaste a consulta, cambiaste mi vida. Papá nunca había tratado con alguien como tú, y justo cuando te fuiste, me metió a su consultorio, ya que por azares del destino ese día Sofí no había podido cuidarme y tuve que quedarme con él. Revisó mi corazón así cómo hizo con el tuyo y entonces sonrió. Al fin me había entendido. Me dio unos lentes inmediatamente.

-No te gustan los lentes, no los uses -me dijo un domingo por la tarde, cuando pasábamos tiempo juntos viendo películas.
-Funcionan para ti pero a mí me hacen sentirme como a una estúpida.
Me miró de nuevo como la primera vez que nos habíamos visto: como a un bicho raro al que no comprendía. La película estaba a punto de acabarse y pude ver como de sus ojos comenzaban a salir lágrimas. Lo abracé.
-Ojalá todos pudieran ser cómo tú -le dije, y nunca había hablado con más verdad en mi vida. Si todos los chicos tuvieran un corazón sentimental, quizá las chicas como yo no sufriríamos tanto.

No hay comentarios: