lunes, 19 de octubre de 2020

La camisa

 Es un domingo por la mañana, me despierto a las 11:23 am, y siento que es tardísimo, acostumbro a levantarme más tardar a las 7am. "Pero es domingo", me recuerdo, y cierro los ojos un rato más, pero luego, siento algo rozando levemente mi espalda, me volteó y quiero gritar pero el grito se queda en mi garganta. "¿Qué hiciste anoche y cómo llegaste hasta aquí?", me pregunto casi automáticamente, reviso debajo de la sábana para ver si llevo ropa y doy un suspiro al darme cuenta de que traigo todo excepto mi blusa. Hago memoria: ¿qué pasó?, nada, lo último que recuerdo fue haberme puesto labial rojo antes de salir de casa. "¡Una cita!", grita mi mente, "el hombre que está dormido a tu lado es el hombre con el que saliste anoche", me volteo lentamente para verlo, me siento como una adolescente que no quiere ser descubierta saliendo de casa a altas horas de la noche, cierro los ojos, y los abro de una: "¡wow!", me digo a mí misma, "aún tienes buen gusto", ahora, "¿cómo vas a salir de aquí?, ¿dónde está tu blusa?", trato de recordar cuál es la que llevaba puesta, pero de nuevo una nube negra se posa en mis recuerdos y no logro ver nada. 
Mi cerebro me recuerda de repente que ya es tarde, que estoy hambrienta y debo llegar a casa. Pero, ¿dónde rayos estoy?, me paro lentamente, con cuidado de hacer el menor ruido y trato de imitar los movimientos de un nija, me doy risa, pero me aguanto las ganas de soltar una carcajada. ¿Qué dirán mis amigos cuando los cuente que seguramente me quedé dormida al lado del hombre más hermoso con el que he salido en los últimos 3 meses?, seguro se reirán. 
Busco el baño y lo encuentro rápidamente: la puesta estaba abierta y había ropa tirada por todos lados, pero ni rastros de mi blusa. Voy lentamente hacia el espejo, casi temo que la imagen que se refleje ahí termine por asustarme, pero para mi sorpresa luzco bastante bien: mi pelo un poco alborotado, mis ojos con el mínimo rastro de que anoche había maquillaje en ellos, mis ojeras resaltando un poco más, y mi boca reseca. Me lavo la cara, por un segundo olvido que esta no es mi casa. ¿Qué debo hacer? Evalúo mis opciones:
a) Despertar al hombre para tener una conversación un tanto incómoda, ¿me invitará un café?, ¿querrá que tengamos sexo matutino?, ¿estoy lista?
b) Buscar mi blusa y correr el riesgo de que el hombre se despierte.
c) ¿Hay alguna otra opción?, ¿irme a casa en brassier?
El estómago me ruge como recordándome que tengo que comer algo y pronto, o corro el riesgo de que la cruda llegue y se instale por completo. Me asomó a la cama con temor, pero el hombre sigue profundamente dormido. ¿Qué hago? Quiero irme ya, voy hacía la cama y veo mi bolsa tirada, todo está intacto: llaves, maquillaje, cartera, pasadores, pero mi blusa, ¡¿dónde rayos quedó?!, ¿habrá alguna posibilidad de que la haya dejado en algún lugar fuera de esta casa?, no tengo ni idea pero me estoy quedando sin tiempo. Vuelvo a mirar al hombre dormido, es tan hermoso que me duele el corazón, porque no tengo ni el menor recuerdo de quién rayos es y dónde lo conocí ni cómo llegué a su cama. Hago algo que no se me había ocurrido pero que en el instante se sintió como lo correcto, corro en silencio (o lo intento) al closet (o intento de), que más bien es un palo colgando en medio de dos paredes y agarro la primera camisa que veo: es azul con rayas blancas, la desabotono y me la pongo, me queda gigante. Tomo mi bolsa y voy hacia la puerta, no se me había ocurrido, pero, ¿y si la puerta está cerrada con llave?, ¿cómo voy a salir entonces?, ¡mierda!
Pero alegremente descubro que la puerta no tiene llave, así que la abro sintiéndome como una criminal y gracias al cielo no rechina y despierta al hombre, me doy la vuelta rápido y compruebo que él sigue durmiendo, sonrío y salgo a la calle con mi nueva camisa, donde un nuevo día me espera.

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