martes, 24 de julio de 2012

Cuentos para antes de dormir 1.


El descanso.


Te escribí una carta que hablaba de amor. Donde te confesaba que aún te quiero, que mi corazón sigue latiendo al sonido de tu nombre. Te decía las cosas más maravillosas de este mundo, te contaba, que sin ti no puedo vivir, que en tu ausencia he llorado mares, que me he perdido y la senda que llevaba a ti, ahora se ha secado, y ya no sé cómo regresar.
La volví a leer, y me di cuenta de que sólo eran mentiras, así que decida la quemé. Yo no puedo mentirte. Yo puedo vivir sin ti, como solía hacerlo.

Decidí que lo mejor sería cambiarme el corazón por una bola de cristal que contenía cuentos de amor. Al final sólo quedé con una cicatriz en el pecho, pero al final de cuentas esa ya la tenía.
Descubrí, que me sentía igual. Sólo que a veces pensaba como una princesa, ya sabes, como esas de los cuentos de hadas. Estaba a la espera de mi príncipe azul.
Y cada noche, a las 12 en punto, derramaba una lágrima porque mi príncipe encantado no me buscaba, ¿qué estaba esperando?

Vi muchas películas de amor, y al igual que los cuentos, solo me dejaban con la sensación de que algo faltaba en mi vida, y ese algo era el amor.
Sólo tenía 18 años, pero aún así. Mi corazón había sido roto 2 veces. No sabía si eso estaba en el promedio o yo había sufrido más. Así que decidí salir al mundo exterior y preguntar, ¿Quién te ha roto el corazón? y ¿Cómo lo has superado?

Descubrí, que todas las personas cargaban corazones rotos. Unos más que otros, pero todos con cicatrices en sus pechos. Descubrí que las personas creían en el amor, aún si el amor los hacía miserables. Y lo más interesante, fue que todos me dijeron que si tuvieran la oportunidad de pedir un deseo y que éste se convirtiera en realidad. Ese deseo sería… exacto, encontrar el amor.

En cuanto a mis preguntas. Un niño de 6 años, me dijo que sí, que Ana le había roto su pequeño corazón. Entonces le pedí que me dejara observarlo, para comprobar que fuera cierto. Su corazón, del tamaño de un puño, sufría y lloraba en medio de pequeños cuchillos que lo cortaban. Así que era verdad. A los 6 años, tenía el corazón roto. Y aún no lo superaba.
Una adolescente de 14 años, me dijo que Mateo le había partido el corazón al dejarla plantada. Y tras observarla llorar por 20 minutos, me di cuenta de que no mentía. Le pregunté si lo había superado, pero sólo lloró más.
Entonces fui con alguien considerado por los demás como un adulto. Pero no me atreví a preguntarle nada, ya que el hombre estaba demasiado borracho, al igual que su pobre corazón.

Allí estaba yo. Con la segunda pregunta aún al aire. Porque no conocí a nadie que me supiera contestar. ¿Cómo reparar un corazón roto? Niños, adolescentes, adultos. Caminan por las calles en busca de alguien que los repare. Yo por lo menos había sustituido mi corazón. Así lo único que me dolía era el cuerpo, la cicatriz en mi pecho.

Entonces pensé que tal vez alguien más tendría las respuestas. Le pregunté a las nubes si podrían ayudarme, si sabían cómo se superaba a un amor, pero mi duda las deprimió tanto, que acabaron llorando e inundando la ciudad.
Le pregunté al mar, pero a cambió sólo recibí olas en la cara, como bofetadas que me pedían que dejara de ser tan ingenua.
Pregunté a las flores, pero pasaron tanto tiempo pensando, que terminaron por marchitarse.

Y justo cuando estaba a punto de rendirme. Mordí una manzana roja y caí en un profundo sueño.
Soñé que era una sirena, que hablaba con los peces y que en el fondo del océano, se hallaban corazones sin daños. Les pedí que me ayudaran a conseguir uno, pero se negaron, alegando que yo no pertenecía a ese lugar, pidiéndome que me fuera.
Entonces busqué al final del arcoíris, y todo lo que encontré fueron monedas de oro, y eso no me servía de nada. No puedes comprar un corazón, ¿verdad?
Me fui a volar con las aves por el cielo y una gaviota me preguntó por mi cicatriz en el pecho.
-Es que cambié mi corazón. Ahora tengo una bola de cristal que contiene cuentos de amor.
-¡Pero qué tonterías dices niña! Y ahora que lo pienso, ¿cómo es que puedes volar si no tienes alas?
Y una vez dicho eso, caí desde el cielo hasta mi cama, pero mi colchón amortiguo mi caída y no dolió demasiado.
Pero descubrí, que la bola de cristal se había salido de su sitio, y si no me apresuraba, iba a morir.

Busqué mi corazón por todo mi cuarto, pero había demasiado desorden. Estaban restos de cenizas de todas las cartas que te he escrito, estaban los libros que un día me regalaste y que ahora lloraban porque yo ya no los quería como un día lo hice, y estaba aquella foto que aún conservaba de ti. La tomé en mis manos y debajo se encontraba mi corazón. Estaba bello y parecía haberse recuperado. Me apresuré y le pregunté si estaba bien.
-Pues claro que estoy bien, estoy mejor que nunca. Me respondió.
Yo le di un pequeño beso y lo coloqué dentro de mí. Me sentí mejor que nunca, mi corazón había sanado.

Así que te escribo hoy esta carta mientras sonrío, y puedo decirte a ti y al mundo entero que la respuesta a cómo curar los corazones rotos, es dándoles un descanso. 

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