miércoles, 4 de octubre de 2023

Samy

 Samy es una niña pequeña, amorosa y mimada que vive en el cuerpo de Samantha. Samy creció en la ciudad al lado de sus padres y sus dos hermanos mayores, fue el piloncito de la familia y por lo tanto, la más consentida por todos. Samy creció rodeada de amor por todos lados: sus hermanos la adoraban y la llevaban con ellos a todos lados, le compraban regalos y le decían cuánto la querían.
Sus papás siempre la apoyaban en todo y Samy sabía que podía hacer cualquier cosa en el mundo gracias a ellos.
Samy vió cómo el amor de sus padres llenaba la casa en donde vivían; a veces, incluso se comportaban como adolescentes enamorados y eso le causaba nauseas, pero a la vez una felicidad inmensa. 
Por supuesto, el papá de Samy le dijo una y otra vez lo mucho que ella valía, y que jamás debía conformarse con un hombre que no la valorara lo suficiente. Samy vivía encantada en los brazos amorosos de su padre, sintiéndo cómo debía ser el amor verdadero, agradeciendo por tener una familia como la suya.

Hasta que pasó. Porque siempre tiene que pasar, ya que la vida no puede ser perfecta, sino, ¿qué chiste tendría?

El papá de Samy se enfermó de repente, así, de la nada y estaba internado en el hospital, y ningún doctor podía decirles con certeza qué es lo qué estaba pasando. La familia lloraba desesperada, querían encontrar lo que sea, una cura, o incluso esperanza de que se salvaría. Pero los días pasaron y él se ponía cada vez más y más enfermo. Samy no podía soportarlo, apenas estaba entrando a la adolescencia y sentía una desesperación en el pecho que no la dejaba dormir: ¿qué haría si su papá no estaba para decirle cómo vivir la vida y cómo enfrentar los retos del amor?, ¿quién la aconsejaría?, ¿de quién recibiría tanto amor?

Samy perdió a su papá un día triste y oscuro. 
Y se encerró en su cuarto de donde no salió durante un mes entero, sobreviviendo solamente de la comida que a veces su mamá la obligaba a comer. No respondió mensajes ni llamadas, no quería saber nada del mundo exterior. Su mamá estaba igual o peor que ella, ambas, se tiraron en la tristeza y no salieron de ahí por mucho, mucho tiempo.

Entonces Samy quedó muy al fondo de Samantha, como una voz que le recordaba lo mucho que valía la pena seguir, lo mucho que deseaba encontrar el amor, lo mucho que quería sanar aún cuando su papá no estuviera. Pero Samantha aprendió a ignorarla, y así, se fue a vivir lejos de la ciudad, a un pequeño pueblito costero donde encontró una comunidad que la hacía sentir querida, donde encotró un trabajo estable en un bar y entró a estudiar circo.
Samantha salió con muchos chicos, de todas las edades y formas imaginables: con 21 años estuvo con uno de casi 50, y luego con uno de 24, 23, 36, no importaba, solo no quería dejar de sentir el amor que tanto le faltaba, quería una imitación de lo que un día había sentido con su papá.

Samy a veces intentaba hablarle pero siempre fallaba en sus intentos desesperados y no entendía, ¿cómo podía una adulta comportarse tan estúpidamente?, ¿acaso no entendía que el amor estaba esperándola en su interior?, con ella misma. Una vez que aprendiera a escucharse, a ignorar lo exterior en vez de su interior, todo cambiaría. Pero en vez de eso, Samantha seguía en relaciones donde sabía que en algún momento iba a terminar lastimada. Luchaba contra ella misma, quería saltarse todos los pasos y llegar a la felicidad, pero no sabía cómo.

Samantha terminó su relación más reciente porque se acostó con otro chico, no supo por qué lo hizo, quizá fueron sus ganas de arruinarlo todo, porque hasta la fecha la relación parecía estar funcionando. Se pregunta si algún día será capaz de amar por completo, así como amó a su papá. Mientras tanto, Samy la espera, pacientemente, porque sabe que un día estará lista, un día ambas platicarán y finalmente estarán en paz.

1 comentario:

Coŋejo pestilente dijo...

Qué fuerte la verdad, no quisiera saber si esto es en relación con usted o alguien que conoce, no tengo el estómago para saberlo, prefiero que se quede así como un relato uf.