jueves, 26 de enero de 2017

Viajar y aprender

La cosa es que cuando estas lejos aprendes demasiadas cosas. Y aprendes todavía más cuando estás sola.
Aprendes que el frío sí es soportable, que en realidad solo las manos parecen no querer adaptarse al clima.
Aprendes que puedes ir a la biblioteca sola, que puedes sentarte y olvidarte del mundo.
Aprendes a tomar camiones, a pedir ubers, a creer en que a pesar de todo llegaras a tu destino. Y si, quizá a medio camino ocupes pedir indicaciones, pero todo resulta bien al final.
Aprendes a calmar tu frustración. A pedir segundas opiniones, a llorar cuando es necesario y a secarte las lágrimas y seguir tu camino.
Aprendes que puedes gastar tu dinero en las cosas más simples. Que debes tener prioridades y saberte administrar.
Aprendes que a veces prefieres comprar cosas para otros en vez de para ti. Pues eso te hace aún más feliz.
Aprendes que las dietas demasiado estrictas a veces se van a romper, y está bien. Puedes comer de todo y ser feliz, puedes dejar de comer algunas cosas y seguir siendo tú misma.
Aprendes que no tienes que mandar ciertos mensajes. No quieres avergonzarte a ti misma. Pero cuando lo hagas, sabes que la vida sigue.
Aprendes a dejar de esperar a que los chicos vengan a ti, tú puedes salir a buscarlos, pero ahora mismo, no te apresures. Estás en la etapa de tu vida en la que todo parece estar en paz.

Estás sola.
Estás bien.
Viajaste lejos y nada ha pasado aún. Las cosas siguen estando en el mismo lugar. Tu regresarás a casa con tus sueños intactos, pero con experiencias que te hacen más sabia. Viajaste y te enamoraste...
Aprendiste a amarte, al fin.

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