martes, 22 de agosto de 2017

Directo al sol

*Cuento inspirado en Straight into the fire - Zedd*

Recordaba a la perfección el día en que el sol había dejado de brillar. Lo habían anunciado en la noticias, estaba en el internet, en la televisión, en los anuncios por la calle; estaba por todos lados. Y la gente no creía, recordaba como todos decían “no va a pasar, no puede ser posible”, pero él tenía miedo. Por las noches se acostaba en su cama y rezaba justo como le había enseñado su abuela tiempo atrás, pero ni siquiera eso lograba calmarlo. Era entonces cuando su madre entraba a la habitación para apagar la luz.
-Mamá –decía él entonces -¿es verdad?
-Cariño, el sol no puede apagarse –le respondía ella, y luego lo besaba en la frente y apagaba la luz.
Y cuando finalmente el día llegó, todos salieron a la calle y voltearon al cielo, sus cerebros les decían que jamás sería posible, pero sus corazones sentían miedo. Él lo recordaba a la perfección, porque ese día había ido a la escuela y no había podido concentrarse en ninguna de sus clases, sus profesores temblaban de miedo mientras veían por la ventana, y al final, cuando la campana sonó, todos salieron corriendo para ser recibidos por sus padres, él aguardó un rato en la puerta de salida, pero su mamá nunca apareció, así que se fue a casa caminando y preguntándose si algo habría pasado. Evitaba a toda costa mirar el sol, no quería sorprenderse y además estaba aterrado. Llegó a casa y su madre estaba embobada viendo la televisión.
-Mamá, no fuiste por mí a la escuela.
Pero ella no contestó, solo hizo un gesto con la mano indicándole que se sentara.
-¿Tienes miedo? –le preguntó él, y de nuevo no obtuvo respuestas.

En aquel entonces apenas tenía 8 años, y no entendía nada acerca de la astronomía. No sabía nada acerca de estrellas y constelaciones, pero justo como los demás niños de su generación: la generación sin luz solar, se entusiasmó con la idea de obtener respuestas, con la idea de hallar la manera de volver a encender la estrella gigante, porque a fin de cuentas, si no lo hacía, si alguien no hallaba pronto una manera, todo se terminaría por congelar y morir..
Ahora tenía 16 años y ya estaba a punto de terminar la universidad, siempre había sido un “pequeño geniecillo”, como lo llamaba su mamá y conocidos, pero nunca imaginó que las cosas ocurrirían tan rápido para él.
Aún recordaba como todos se habían ido a dormir el día que el sol se debió de haber apagado, todos riéndose de los estúpidos astrónomos que habían pronosticado aquella catástrofe para la tierra, pero en el fondo, todos sintieron un gran alivio cuando el sol siguió brillando con intensidad.
-Todo estará bien –le dijo su mamá, antes de apagar la luz –ya puedes dormir en paz, mañana todo estará normal.
Y en efecto, él cerró los ojos y se durmió enseguida, sobre todo porque estaba agotado después de pasar todo el día mirando la televisión en espera de que algo pasara.
Pero a la mañana siguiente ni él ni su madre se levantaron a tiempo, y cuando finalmente lo hicieron, creyeron que aún era de noche y siguieron durmiendo.
Hasta que de repente su cuerpo sintió que algo andaba mal, sentía que ya había dormido bastante, y aun así, cuando abrió los ojos todo lo que pudo ver era una oscuridad total.
Fue hasta el cuarto de su mamá, y cuando abrió la puerta la encontró acostada, con los ojos abiertos y lágrimas silenciosas que no paraban de recorrerle las mejillas.

“Esto es el fin del mundo”, es lo que todos decían, una y otra vez, en las calles, en las noticias, en la escuela incluso. Porque el presidente decía que todos los científicos y astrónomos estaban trabajando arduamente para encontrar la solución, de alguna manera, harían que el sol volviera a brillar. “Construiremos otro sol, de ser necesario”, decía, “así que no se alarmen, y sigan su vida normal, es cuestión de tiempo para que todo vuelva a la normalidad”
Pero una vez que el sol se apagó, su vida comenzó. En las escuelas todos los niños querían volverse astrónomos, y él no era la excepción. Quería hacerlo sobre todo para que su mamá volviera a ser la misma de antes, aquella que iba a apagarle la luz cada noche y con la que podía pasar horas viendo la televisión. Ahora ni siquiera dejaba la cama, excepto para ir al baño de vez en cuando, y el temía que un día ya ni siquiera se levantara para eso. Cosa que eventualmente ocurrió.
Pronto sus profesores se dieron cuenta de su habilidad para las matemáticas y lo mandaron al programa federal que habían creado cuando el sol se apagó. Se trataba de chicos excepcionales que mostraban dotes matemáticos y que además, estaban interesados en la astronomía.
8 años después, estaba a punto de terminar la universidad, y sabía que su tesis sería la respuesta a los problemas de la humanidad: pronto, el sol volvería a brillar y él sería un héroe.

Lo habían intentado todo y él lo sabía: hubieron demasiados antes que él, todos increíblemente seguros de que tenían la respuesta al gran misterio del sol, y todos y cada uno de ellos fracasaron y nunca más volvieron a hacerse escuchar. Su voz quedó en las tinieblas, al igual que el sol.
Pero él no sería uno de ellos, no ahora que el gran día había llegado y estaba ahí, delante de las mentes más brillantes, los hombres y mujeres que estaban dispuestos a hacer lo que sea y probar cualquier proyecto que tuviera sentido.
Cuando terminó de hablar todos lo veían con asombro. “Por fin”, pensó, “el sol volverá a brillar y este invierno sin fin acabará, el sol brillará de nuevo y tendré  a mamá de vuelta.”
-Lo siento, Mati –le dijo El Hombre, el más poderoso y encargado de que los proyectos se llevaran a cabo –Tu tesis no tiene sentido alguno, hijo. -Así que haznos un favor a todos y sal de esta habitación.
Y dicho eso, todos se dieron la vuelta y con eso, su momento se acabó. Sabía que no habría segundas oportunidades, pero también estaba convencido de que su proyecto era la solución, él estaba en lo correcto, y de alguna forma, lo demostraría.
Salió de la habitación y se fue directo a casa, le contó lo ocurrido a su mamá, que seguía postrada en la cama, pero ella no hizo el más mínimo gesto ni trató de consolarlo.
-Quizá sea hora de aceptarlo –dijo él casi murmurando –no podré salvarte ni a ti ni al sol.

Por casualidad, uno de los Rechazados leyó la tesis de Mati y sus ojos se llenaron de emoción, en realidad no entendía del todo a lo que se refería, pero quería hacerlo, así que tomó el teléfono y pronto ambos estuvieron en la misma habitación.
-Me parece brillante –le dijo a Mati, al final de su explicación. –El único inconveniente ahora, es encontrar la manera, pero, amigo, me parece brillante.
Pronto, más y más Rechazados supieron de alguna manera u otra acerca del proyecto y comenzaron a trabajar sin parar. Sin embargo, Mati parecía extremadamente desanimado la mayoría del tiempo.
-¿Qué pasa? –le preguntaban casi a diario. -¿No estás emocionado?, ¡salvarás al mundo!
-No me interesa salvar al mundo –respondió, sorprendiéndolos a todos; -a la única que quiero salvar es a mi madre, porque desde que el sol se apagó, es como si la oscuridad viviera dentro de ella y se propagara aún más, incluso creo que me está alcanzado.
Nadie dijo un comentario más, todos se fueron a casa con una sensación de tristeza y desánimo.


Recordaba a la perfección el día en que el sol se apagó porque su mamá se había apagado también. Y mientras se iba a la cama, no podía quitarse la sensación de que algo no estaba encajando. Sentía que algo de lo que había dicho lo estaba persiguiendo tratando de decirle algo. Pero aún no lograba descifrar qué.
Esa noche soñó con el día en que presentó su tesis.
“Permítanme explicarles” decía emocionado, “hasta ahora, todos ha intentado prácticamente lo mismo, todos creen que la respuesta es mandar alguna fuente que haga arder al sol de nuevo, pero yo creo que ahí radica el error”, todos lo miraban expectantes, “la respuesta no es la luz, la respuesta es la oscuridad” dijo finalmente, esperando alguna señal de aprobación.
“¿Estás diciendo que debemos mandar oscuridad al sol para que vuelva a brillar?” le respondió El Hombre.
“Así es”
“Pero eso no tiene ningún fundamento científico muchacho, no te hemos dado una educación de primera durante los últimos 8 años para que vengas aquí a decirnos que crees que por arte de magia mandaremos oscuridad al sol y él volverá a brillar”
Nadie dijo nada durante un buen rato, hasta que finalmente El Hombre rompió el silencio.
“Mati, haznos un favor y vete ya.”

A la mañana siguiente se despertó y todo parecía aún más oscuro. Quería ir a ver a su mamá, que seguramente necesitaría de su ayuda urgentemente, pero no tenía ánimos para levantarse. Los chicos Rechazados le llamaron una y otra vez, pero él no quería contestar.
Hasta que finalmente llamaron a su puerta una y otra vez. Y como Mati no abría, ellos decidieron abrir.
Eran 3 chicos y todos sintieron un vacío increíble en cuanto entraron a la casa. Todo ahí era oscuridad pesada y fría, casi tangible. Entraron al cuarto de la madre y entendieron entonces a lo que se refería Mati cuando les dijo que su mamá lo estaba contagiando de oscuridad. Uno de los chicos fue hasta el cuarto de Mati y le dijo:
-Entendemos todo ahora, y lamentablemente creemos que hemos encontrado la manera.
Pero Mati no respondió, tenía los ojos abiertos, al igual que su madre, pero dentro de ellos ya no había una sola señal de luz.
-Vamos a enviarte al sol, finalmente vas a salvar al mundo Mati, y finalmente tú y tu madre estarán de nuevo unidos –fue lo último que dijeron.


Años después, una pequeña niña miraba directamente al sol en un día de verano.
-¡No debes hacer eso! –la reprendió su madre.
-¿Por qué el sol brilla tan fuertemente mamá?, ¿es verdad que un día se apagó?
-Sí pequeña, un día el sol se apagó y sabemos que podría apagarse de nuevo en cualquier momento. Es por eso que no debes mirarlo directamente: porque para mantenerlo ardiendo mandan a todas las personas que están llenas de oscuridad, eso es lo que lo mantiene vivo. Y si tú lo miras directamente podrías contagiarte.
-¿Cómo aquel chico que se contagió por mirar demasiado y no volvió a la escuela?
-Así es pequeña, así es. 
Y dicho esto, la tomó de la mano y se fueron a casa, sintiendo el sol ardiente arriba de ellas. 

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