lunes, 11 de enero de 2016

Siento como si mi alma estuviera siendo aplastada. No van ni dos semanas desde que comenzó el año y mírenme, ya siento que no tengo fuerzas. Quisiera solo poder abandonar el dolor: empacarlo en una bolsa vieja y botarlo a la basura. Ojalá fuera así de fácil. Quiero decirlo todo pero aunque quiero no puedo hacerlo, ni siquiera puedo aceptarlo. Pasé los últimos cuatro meses evadiendo una realidad que me estaba golpeando duramente, pero ayer finalmente tuve el valor de ir hasta el lugar donde tantas cosas han pasado y finalmente dije lo que tanto tiempo callé.
Y pensé que todo sería diferente, que tal vez iba a obtener una reacción diferente de él, pero no: todo se me escapó de las manos y terminé gritando y llorando. ¡Por qué no puedes simplemente darme lo que quiero!
Sigue comportándose como lo que es, y yo espero demasiado de él.
No sé qué va a pasar con mi vida. De repente todo lo que planeé con tanto esfuerzo se ve amenazado. Por las noches no duermo, durante el día me pregunto qué estará pasando y cómo voy a ser capaz de sobrellevar todo si resulta que sí.
Solo quiero irme, porque para mí funciona mejor simplemente evadir a todos los que conozco y ponerme a llorar hasta cansarme. Necesito eso, no puedo desmoronarme en este lugar, no delante de las personas a las que seguramente voy a decepcionar. Necesito crecer. Madurar de una vez. Entender, entender que los chicos son solo chicos y que no vienen con una pildorita que trae consigo la felicidad.
Voy a estar bien.
Voy a estar bien.
Estaré bien.
Quizá pronto mi vida no sea la misma pero voy a estar bien. Vamos a ver. Vamos a ver lo que un positivo o un negativo aportan a esta mi ya de por sí dramática vida.

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