miércoles, 23 de octubre de 2019

Estrés postraumático

Debo dejar de llorar y levantarme de la cama. Pero es que no puedo, un momento creo tener fuerzas y al siguiente las lágrimas llegan. Es fácil decirle a alguien "no estés triste", lo escucho todos los días, como si esas palabras mágicamente pudieran hacerme olvidar, sacarme de este letargo, revivirme. Pero debo dejar de llorar y salir ahí afuera, quizá el día sea brillante y hermoso, como solían serlo antes del accidente.

Pasó en nuestro viaje a San Francisco, lo habíamos planeado con meses y meses de anticipación, íbamos a cumplir tres años juntos, tres años de amor incondicional, de tardes viendo atardeceres y películas absurdas donde intentábamos no reírnos. 

Esa mañana me desperté aún más contento de lo normal, le di un beso en la frente y le dije que se alistara, porque teníamos que salir antes de las 10 para llegar a tiempo. Juntó un montón de ropa del suelo, porque la casa siempre estaba hecha un desastre, y la puso en una bolsa, tomó sus tenis favoritos y me sonrió, yo me reí mientras alistaba mis camisas.

Durante el camino nos detuvimos a comer unas cinco veces, ella siempre decía que estaba hambrienta y terminaba comprando más galletas y agua, entonces vimos una tienda de antigüedades y vi cómo sus ojos brillaron, le pregunté si quería que me detuviera para que pudiera comprar algo y sonrió. Entramos y me sentí en un mundo completamente nuevo, ya no estábamos en el 2011, habíamos retrocedido unos cien años por lo menos. 

-¡Mira esto! -me dijo mientras me mostraba una corona de flores, una de esas que se volvieron a poner de moda hace poco y las chicas las usaban en la cabeza. Yo le dije que sí mientras la veía brincando de emoción por su hallazgo y luego fuimos a la caja registradora, estaba tan feliz, sonreía como una niña pequeña a la que le acaban de comprar su dulce favorito un domingo por la tarde. Me revisé los bolsillos para encontrarlos completamente vacíos.

-Olvidé la cartera en el coche, voy por ella -le dije y luego cometí el error más grande de mi vida, por el que aún estoy pagando acostado en esta cama, sin poder parar de llorar, sin poder comer, sin encontrarle un sentido a lo que todos llaman vida y para mi acabó aquel día.

A veces sueño con ella en el infierno, porque siempre se la pasaba diciendo que el cielo seguro sería un lugar aburrido, que prefería con todas sus fuerzas arder por siempre. Me la imagino a un lado de algún demonio, sosteniendo la corona de flores en sus manos, tratando de ponérsela solo para hacerlo enfadar. 

A veces intento salir de nuevo pero aún es demasiado, se siente tan reciente. La gente piensa que estoy loco pero es que cada que veo a un carro pasar, la veo a ella, siendo arrollada por un imbécil que iba demasiado rápido, y ella tan inocente que solo iba a recoger mi cartera al carro, que solo quería comprar ese adorno, que solo quería ser feliz y ahora ya no está.

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