martes, 24 de octubre de 2017

Finales

Los finales felices no existen.

Desde el momento en nacemos somos condenados
pasamos nuestras vidas esperando cosas maravillosas
buscamos momentos que quizá nunca llegarán.
Y aunque algunos lo olvidan,
nuestro destino es el mismo.

Da miedo pensar en ello
cuando era niña le pregunté a mi mamá
¿qué pasa?
¿Por qué un día voy a dejar de existir?
y ella solo me miró con sus ojos gigantes
y me mandó a callar.

¿Por qué no hablaron de eso cuando fui a la escuela?
¿porque nos ponían problemas estúpidos
que nadie podía resolver?,
y si los resolvías, eras un genio.

Yo fui así, cerrando los ojos a las cuestiones verdaderas
ganando concursos de matemáticas
y uno que otro de ortografía
sintiéndome importante.

Hasta que por las noches los pensamientos me consumían,
la oscuridad era mi enemiga.
Me hacía pensar en aquello de lo que no se habla,
cerrar los ojos casi se sentía como perder.

Un día pasó
no puedo decir que no me lo esperaba
porque fue después de mucho tiempo luchando.
Un día ella ya no estaba.

Y así se fueron todas mis esperanzas
¿a dónde se había ido?
¿por qué no me visitaba? ni siquiera en sueños.
Lo único que conservaba era su recuerdo,
siempre en mi mente,
siempre despierta y alegre
nunca apagada y enferma, como se fue.

Basta de engaños.
Los finales felices deberían estar prohibidos.
¿Qué pasa después de la boda?
¿Después de obtener a la chica?
la verdadera vida empieza entonces
y la verdad es que la vida es una lucha constante.

Una vez presencié un parto
y me quedé con la boca abierta y los ojos llenos de lágrimas,
todos aplaudían y la madre lloraba también.
De felicidad, supongo.

Yo en lo único que podía pensar era:
"pobrecito, aquí empieza tu viaje
y aunque cerremos los ojos,
todos sabemos cómo termina"

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