lunes, 9 de octubre de 2017

La poesía es mía

Duré 20 minutos leyendo poesía.
Tantas páginas hablando de cosas que no entendía,
hablando de sal y de mar
de relojes que no avanzan
del polvo que se levanta cuando barres.

Nada.

Mi cerebro no parecía responder
pasé las hojas rápido,
tratando de encontrar algo sin saber qué
intentando enfocar mi atención.

Y ahí estaba,
la palabra que me sigue a todas partes
el conjuro que no me puedo quitar:
Amor.

Cuando los poemas comenzaron a hablar de las noches en silencio
de la espera maldita
de las jaulas y decepción
ahí estabas:
saliste del rincón donde te tengo guardado y apareciste claramente.

Los recuerdos salieron como cuando abres una caja
y brinca un payaso.

Tú y yo riendo
acostados en tu cama
llorando
pidiendo perdón
y yéndome a casa.
Tus dientes,
cuando pasabas tus manos por tu cabello
el olor de tu cuarto
y su perfume inundándolo todo.

Cerré los ojos y las lágrimas se rieron de mí
"otra vez lo dejaste salir" dijeron
y ya no supe si me dolía el alma o el estómago.

Quería salir corriendo a gritarte que no ibas a quitarme la poesía
"La poesía es mía, imbécil"

Tardé 20 minutos en recordar lo mucho que te amé
y lo poco que me cuesta hacerte regresar.
Puse el libro al lado y te maldije en silencio.
"La poesía es mía" repetí.
Y me preparé para seguir leyendo.

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